sábado, 17 de enero de 2009

La putita en el espejo

La noche prometía ser distinta… Algunas cervezas de por medio y el vaho caliente de una llovizna constante me decían que aquella noche no traería mayores sorpresas más que las previstas. Bajo la semi oscuridad nublada de una discoteca regular tres cuartos la descubrí. Su cuerpo se movía al ritmo de un reggaeton berreado y sin sentido. Esclava de la euforia, se miraba al espejo frente al que bailaba. Estiraba su cadera, contraía su pelvis hacia su compañera, la que devolvía el gesto con una carcajada sonora. Mientras bailaba se apretaba levemente las tetas y se regalaba a sí misma una mirada putona en el espejo. Con una mano, bajaba un poco su minifalda que gracias al movimiento se elevaba cada vez más hacia su zona peligrosa; con la otra se ahuecaba el cabello y echaba la cabeza hacia atrás, en una especie de simulación del placer que parecía estar buscando.

Una cerveza sería mi pasaje a ella y el mesero, la triste mula que cumpliría mi cometido. La bebida llegó a sus manos con un halagador mensaje sobre los circulares espasmos que recreaba en aquel pedazo de suelo, frente a aquel espejo. De pronto la tuve piel con piel en la pista de baile, nos rozamos de casualidad y puso la nota que hace un momento le había hecho llegar en un de los bolsillos de mi pantalón: “Lo siento, verga es lo que quiero… no me gustan las mujeres”, fue su sentencia…